Desde Mayo de 2013 y como parte de nuestro intercambio con el colectivo uruguayo Alonso + Craciun, en el marco del proyecto itinerante Formas de Hacer Colectivo al que ellos tuvieron la generosidad de invitarnos, escribimos el siguiente texto, un aporte para la publicación que esperamos pronto podrá conseguirse. Qué lo disfruten!
El hacer
colectivo.
1. Preguntando caminamos[1].
El 25 de septiembre de 2010 comenzaba la historia “oficial” de La Dársena. Aquél día fue la ceremonia
inaugural de apertura de nuestro espacio, el inicio de un hacer y pensar
colectivamente, un recorrido que continua hasta hoy. Escribíamos entonces en la
primer entrada de nuestro blog:
“Muchos espacios de Buenos Aires nos muestran una
ciudad ‘pintada de amarillo’ en la que el tango, la murga, el rock, el cine,
las historietas, la cultura en general, pero también sus plazas, sus costas,
sus lugares de encuentro, aparentan sobrevivir sólo si se subordinan a la
lógica del discurso de la ‘seguridad’ y del espacio público ‘tercerizado’”[2].
Nuestra ciudad es gobernada desde 2007 por el Ing. Mauricio Macri, líder
de una fuerza política de derecha (cuyo color identitario es el amarillo) que
reivindica las medidas centrales tomadas por el neoliberalismo hegemónico en
Argentina durante el período 1989-2001. Esta continuidad ideológica con aquél
período tuvo y sigue teniendo (Macri fue reelecto en 2011) enormes
consecuencias en la construcción de un modelo social, urbanístico, educativo,
sanitario, de transporte público y por supuesto cultural para los que habitamos
la ciudad de Buenos Aires.
Si bien La
Dársena abre sus puertas en 2010, podríamos rastrear en torno al 2006
algunas de las raíces de nuestro deseo-plan de generar un espacio autónomo,
romper el discurso y la cartografía cultural dominante heredada de los años 90.
Aquél año, Azul y yo formamos parte de la exposición Lanormalidad[3] que
intentaba señalar el afán “normalizador” del discurso político y cultural hegemónico
de entonces, sus intenciones de cerrar y dejar atrás muchas de las potencias e
interrogantes abiertos por los movimientos sociales y artísticos durante la
crisis del 2001.
Uno de esos
interrogantes, ligado a la crisis de la representación (política, económica,
cultural), que posee suma vitalidad en nuestro actual accionar, es aquél que
interpela la separación entre práctica artística y práctica política. El
distanciamiento entre ambas prácticas se había fomentado en los 90, como
expresión de la necesidad del discurso cultural dominante durante el saqueo
neoliberal, de separar texto y contexto; también de alejar el arte de la
historia. Ambas operaciones funcionaron como requisitos culturales para la
liquidación y precarización de los derechos de los trabajadores, los negocios
privatizadores, la apropiación del patrimonio público. Derivan de esta pregunta
dos importantes reflexiones que guían nuestro hacer colectivo: 1) Nuestras
prácticas artísticas no intentan “representar” a nadie ni nada. Por el contrario,
La Dársena intenta estar presente, ser una presencia más junto a otros
actores sociales, en acciones de transformación. 2) La Dársena no
comprende a la historia como “pasado”, ni como “tema” o “insumo” para la
creación artística, sino que trata de despertar la historicidad de nuestras
vidas en el presente, la facultad o potencia para crear nuestra propia historia
hoy. Es por estos dos motivos que uno de nuestros ejes de trabajo es generar
procesos que entretejen ejercicios colectivos transdisciplinarios de memoria e
imaginación.
Otra de las
preguntas que aún tiene vigencia en nuestro hacer colectivo es aquélla que
proviene de las experiencias resistentes desarrolladas por las organizaciones
de trabajadores desocupados, las fábricas recuperadas, los cartoneros, las
organizaciones comunitarias, los organismos de derechos humanos, los colectivos
artísticos, durante los 90. Interrogante surgido al calor de lo que podemos
llamar la “fuga del trabajo al hacer”. Este concepto hacía referencia por un
lado al dramático fenómeno (hoy también vigente) de la fuga de capitales del
país. Por otro, la “fuga” daba cuenta una nueva organización de los movimientos
sociales después de haber sido abandonados por el capital y el Estado. Este
abandono implicaba-implica la posibilidad de convertirse en una liberación y
este “hacer” transformase en lo contrario del trabajo: un nuevo hacer social
que ya no puede ser escindido del contexto vital que lo rodea. Y esta condición
era-es especialmente interesante para el arte, pues es en el arte como
institución donde el “trabajo” es tratado de modo paradigmático, intentándose
separarlo de su contexto para otorgarle un gesto universalista que le conferirá
valor. A La Dársena le resulta preciso destacar que a esta separación,
nuestras instituciones artísticas (argentinas) le suman otro rasgo especial: el
desconocimiento, ninguneo o banalización de modo casi absoluto de todo derecho
laboral para los artistas, cuyo hacer es en la mayoría de los casos gratuito o
realizado en condiciones precarias de producción.
He aquí
entonces otro de los puntos claves del hacer colectivo que La Dársena
propone: es un hacer situado que procura incidir en el reconocimiento de nuevas
y más justas condiciones de trabajo de los artistas visuales, justas y dignas
condiciones de producción, circulación y recepción de nuestras prácticas, de
sus resultados materiales y de los saberes y conocimientos que ellas generan.
No es un hacer que ve con complacencia definirse como “parásito” de las
instituciones existentes sino que sostiene el desafío latente de aquéllas
experiencias en torno al 2001 de configurar una nueva institucionalidad, una
nueva dimensión de vida pública, pero también nuevas leyes que regulen las
relaciones entre los artistas y las instituciones privadas. Para ello, creemos
necesario desarrollar una nueva actitud y lenguaje, y no reproducir –cómo vemos
que ha ocurrido con algunos historiadores, académicos, teóricos y artistas-
categorías conceptuales del pasado y momificar las luchas socio-culturales del
pasado reciente, transformándolas en meros archivos informativos, disponibles
al mejor postor.
2. La subjetividad baldosa.
La profundización del análisis sobre nuestras encarnaduras, visiones y
relatos es otro de los aspectos que nos interesa compartir al momento de pensar
el hacer colectivo. Entendemos por encarnadura la capacidad o facultad de
alojar en nuestros cuerpos las ideas, ideales o sueños que motorizan nuestro
accionar. Entre 2011 y la actualidad hemos desarrollado un proyecto de
exposiciones, charlas y encuentros denominado Hegemonía. Desordenando las agendas del capital. Este proyecto,
debido a su propia dinámica de interferencia en los discursos dominantes, nos
llevó a tomar la decisión de iniciar un proyecto editorial, que abriera otra forma
de circulación de nuestro trabajo. Surgió así unproblema+, nombre que
llevan las ediciones de La Dársena.[4]
“¿Con qué anotaciones, citas y bocetos nos
encontraríamos hoy si pudiéramos leer las agendas con las que el capital
organiza sus objetivos? ¿Cuáles de esos mensajes nos permitirían conocer mejor
sus planes? Visibilizar, intervenir y desordenar estas agendas hegemónicas
es un objetivo central del proyecto. No obedecerlas pasivamente y soltarse
de su cronología para crear y habitar otro tiempo, nuestro tiempo. ¿Dónde se hace visible hoy la hegemonía
capitalista? ¿Adónde se oculta o camufla? ¿Qué subjetividades e
institucionalidades “nuevas” crea dicha hegemonía? ¿Es posible imaginar una
otra forma de hegemonía, aquélla que –casi paradójicamente- otorgue supremacía
a la vida comunitaria, con justicia social a la par que justicia ambiental, que
nos permita trabajar para vivir y no vivir para trabajar? ¿Dónde encontramos
hoy los indicios de esta otra dimensión?”[5]
A partir de
2003 una experiencia histórica, un proceso político de rasgos que consideramos
cualitativamente distintos a la etapa anterior en nuestro país, ha sido el
contexto con el cuál dialogan nuestras prácticas artísticas y de pensamiento.
También creemos que la región sudamericana en su conjunto atraviesa un proceso
especialmente intenso, en el que las ganas de escuchar, dialogar y aprender
junto a los otros y los deseos de compartir podrían señalarse como las
cualidades más felices, evidenciando una mayor fraternidad y generando la
posibilidad de nuevas formas de hacer colectivo, borrando nacionalismos,
buscando espacios y tiempos comunes. Esto no quiere decir ser ingenuos frente a
los discursos dominantes y excluyentes, las agendas opresoras y autoritarias,
plenamente activas. Descrifar sus subjetividades y relatos hegemónicos ha sido
una tarea emprendida por La Dársena en sus proyectos recientes. La
persistencia de un modelo basado en el “progreso” y el “desarrollo”, repitiendo
el discurso y modelo social de nuestros antigüos y actuales opresores, no
parece ser el mejor camino, nada compatible ni con los juicios contra los
responsables del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar ni
con la consagración de nuevos derechos civiles.
“Es la ‘subjetividad-baldosa’ de la empresa civilizatoria,
donde el mundo conocido se unifica en una representación coherente y predecible
para luego ser comercializada. Es la apropiación y esclavización de un espacio
salvaje y desorganizado, bárbaro y hostil. La subjetividad-baldosa es la
encarnación de la ideología del dominio de la naturaleza.”[6]
El
extractivismo, la biotecnología, la megaminería, el urbanismo salvaje por un
lado, las exigencias de renovados ajustes de parte los capitales financieros,
bancos, consultoras y organismos internacionales por el otro, nos alertan
acerca de la importancia de fortalecer cotidianamente la vitalidad de prácticas
culturales y sociales que encarnen nuevas relaciones con la naturaleza,
desarrollando nuevas formas de vida rural y urbana; asumir la alimentación y el
consumo como herramientas para comprender la unión e interrelación de ambas
realidades territoriales, y la centralidad de pensar nuevos paradigmas de
participación política y cultural popular.
3. Los Hombr@s de Maíz.
“El comisario de a bordo permanece junto a la
puerta. La belleza de la azafata no alcanza para tranquilizar a los pasajeros.
Ellos escuchan sus indicaciones, los pasos a seguir en una emergencia. En su
asiento, un hombre de maíz mira por la ventanilla. Su mirada busca un pliegue
en el cielo. No tiene miedo. ¿Hacia qué lugar se dirige?”[7]
La Dársena cree,
siguiendo a Franco Berardi Bifo que estamos habitando un capitalismo semiótico
o semiocapitalismo[8] y que uno de los desafíos de nuestro
hacer colectivo es escapar a la valoración económica como criterio de
valoración, pero también de legitimación de nuestra producción simbólica.
En esta
dirección nos interesa especialmente la imagen de los Hombr@s de Maíz,
proveniente del Popol Vuh o Libro del Consejo, relato mítico maya del origen de
la humanidad. Esta metáfora nos permite hacer visibles los rasgos diferenciales
de aquéllas subjetividades que consideramos valiosas para alcanzar nuestros
objetivos. Subjetividades cuyas energías emancipatorias resistieron al
neoliberalismo durante los 90, sumadas a las que actualmente despliegan su
potencial crítico y transformador, negándose a asumir un lenguaje recombinante[9]
que invita a los artistas (para tomar un ejemplo que nos involucra de modo
preciso) a asumirse como “agentes” (de CIA!). ¿Qué agenda política se encuentra
detrás de la necesidad de transformar a los artistas en agentes? ¿Al servicio
de quién cumplen su misión los artistas-agentes? ¿Qué imaginación política
desarrollan los artistas-agentes?
Los Hombr@s de
Maíz fueron el quinto intento de creación de la humanidad por los dioses mayas,
y pudieron sobrevivir al desamparo y a las calamidades por tener tres
características que los distinguían de los intentos anteriores: eran muchos en
uno, poseían memoria y tenían una visión profunda que les permitía ver lejos.
Tan lejos, que los dioses al advertir esta situación, enviaron un insecto para
que les nublara la vista. El hacer colectivo de La Dársena disfruta de
intentar ver, intuir o soñar nuevos horizontes, con la conciencia de que los
sueños son útiles si los hacemos realidad y que “en el fondo de todo, no estoy yo, sino que estamos nosotros.”[10]
Azul Blaseotto
+ Eduardo Molinari, Noviembre de 2013.
[1] Sentencia
Zapatista.
[2] www.plataformaladarsena.blogspot
(23-8-2010)
[3] Lanormalidad es el nombre de la muestra,
última etapa de ExArgentina, proyecto
colectivo realizado entre 2002 y 2006 con el auspicio del Goethe Institut de
Buenos Aires y el Fondo Federal de Cultura de Alemania. Participaron entre
otros los argentinos León Ferrari, Graciela Carnevale, Sonia Abian y Carlos
Piegari, Ana Claudia García, Etcétera, Internacional Errorista, La Musaranga,
Grupo de Arte Callejero, Mesa de Escrache Popular, Lucila Quieto, Museo del
Puerto de Ing.White, Sol Arrese, Graciela Paredes, Colectivo Situaciones, La
Comunitaria TV, Proyecto Pluja, Maristella Svampa. El proyecto general fue una
iniciativa de los artistas Alice Creischer y Andreas Siekmann, proponiendo la
hipótesis del caso de Argentina como laboratorio neoliberal en los 90, haciendo
foco en su colapso en 2001. La anterior muestra se llamó Pasos para huir del trabajo al hacer, realizada en 2004, en el Museo
Ludwig, Colonia, Alemania. En Lanormalidad,
junto a Loreto Garín Guzmán, Federico Zukerfeld y los citados artistas
alemanes, Eduardo Molinari integró el Equipo de Coordinación Artística. Creemos
que resulta interesante a los efectos de comprender de mejor modo algunos de
los motivos que dieron origen a La
Dársena, leer la cobertura mediática y especializada sobre la muestra en
aquél momento.
[4] Desde
entonces se han publicado: “Hedera
Capitalix” de Valeria Serué (2011); “Compañera
Transnacional” de Clemente Padín (2011); “El Hotel” de Blaseotto-Molinari (2012) junto al ECCHR, Berlín; “Negocios inmobiliarios, clase y naturaleza
en colores: cómo construir un museo” de Azul Blaseotto (2013); “The broken agendas” de Eduardo Molinari
(2013) junto a Motorenhalle, Dresden; y “B.O.G.S.A.T.
/ La responsabilidad” de Eduardo Molinari (2013), en colaboración con Azul
Blaseotto, Ana Bróccoli, Ala Plástica y Hernán Cardinale, junto a Bergen
Assembly, Bergen.
[5] Gabriel
Serulnicoff, Valeria Serué, Santiago Fredes, Azul Blaseotto y Eduardo Molinari. “Hegemonía. Desordenando las agendas del
capital”. www.plataformaladarsena.blogspot.com
(9-5-2011)
[6] Azul
Blaseotto, “Negocios inmobiliarios, clase
y naturaleza en colores: cómo construir un museo”, Ed. unproblema+, Buenos
Aires, 2013.
[7] Eduardo
Molinari / Archivo Caminante, “Tras los
pasos de los Hombres de Maíz”, Ed. Weltecho Art Center, Chemnitz, 2008.
[8] “Con la expresión semiocapitalismo defino el
modo de producción predominante en una sociedad en la que todo acto de
transformación puede ser sustituido por información y el proceso de trabajo se
realiza a través de recombinar signos. La producción de signos se vuelve,
entonces, el ciclo principal de la economía y la valoración económica se vuelve
el criterio de valorización de la producción de signos.” Franco Berardi
Bifo, “Generación Post-alta. Patologías e
imaginarios en el semiocapitalismo”, Ed. Tinta Limón, Buenos Aires, 2007.
[9] “En sus formas tradicionales, la actividad
semiótica tenía como producto específico el significado, pero cuando la
actividad semiótica se vuelve parte del ciclo de producción de valor, producir
significado no es ya la finalidad del lenguaje.” Franco Berardi Bifo, idem
anterior.
[10] Rodolfo
Kusch, “La negación en el pensamiento
popular”, Ed. Cimarrón, Buenos Aires, 1975.
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